Es curioso como en un país como España puedan coincidir, en
cuestiones donde es vital la excelencia, una sanidad magnifica y una
universidad pésima. La sanidad española requiere cambios (“aire fresco, tambien en sanidad”), pero es buena.
La universidad española es mala, y no es
cuestión solo de escasez de recursos económicos, es cuestión de que no se han
desarrollado los incentivos para la excelencia. Es imposible que una casta
funcionarial, el profesorado, aquejada desde siempre de un clientelismo
paralizante en su gestación, sea capaz de competir en un mundo globalizado con universidades
en las que para ser docentes e investigadores tienen ser de los primeros en su
campo, y cada año deben demostrar que siguen siendo de los primeros. Son las
reglas para conseguir la excelencia, reglas que nunca se han seguido en España.
Por supuesto que hay profesores magníficos y honestos, pero también los hay ineptos,
vagos, ausentes y pedagógicamente
nulos. Cuando, y lo conozco de primera mano, en carreras como ingenierías el
porcentaje de suspensos es tan alto, lo primero que debería hacerse en suspender
al profesor, máximo cuando se comprueba que su único trato con el alumno ha
sido dictar la lección desde el atril y punto.
El formar excelentes universitarios es una necesidad social,
máxime para el futuro que nos espera en España en un mundo globalizado: o
añadimos valor a la producción o nos convertimos en un país de camareros y
albañiles de salarios y expectativas bajas. También, y esto desde un punto de
vista de izquierdas, la universidad es el mas potente mecanismo de nivelación
social, y si de verdad creemos en la movilidad social y en la igualdad de
oportunidades es innegociable facilitar sin limites que cualquiera con
capacidad sea capaz de llegar a lo mas alto en sus estudios y capacitación
profesional, independiente de sus ingresos familiares. No es cuestión de que se
limosnee a los pobres para conseguir esto, como insinúa la derecha macarra, es
cuestión que la sociedad decida que esto es lo correcto y arbitre los
mecanismos adecuados para conseguirlo; la decisión es política, de la
comunidad, y luego de los detalles ya se encargaran los técnicos.
En base a estas premisas, una universidad excelente como
necesidad social y conseguir real igualdad de oportunidades como deseo social
me lleva a sugerir unas propuestas en relación a debate actual sobre el
problema de las becas y la financiación de la universidad.
1.
En mi opinión lo justo es que la universidad
sean absolutamente gratuita, sin tasas. Como mucho, si hay por ahora
dificultades presupuestarias, podría aceptarse un moderado copago para las rentas
mas alta. Por supuesto a las personas con rentas bajas debe proporcionales
becas salarios para que puedan cursar sin agobios los estudios.
2.
La sociedad debe asumir los altos costes de
formación de los universitarios porque es una necesidad social, pero solo debe
pagar -salvo excepciones justificadas- la formación al numero de universitarios que sean necesarios para las necesidades del país. Por ejemplo si se necesitan 10.000 médicos, debe
establecerse un numero clausus de 12.000, y así en casi todas las carreras. El
ingreso en las universidades será por mérito (puntuación).
3.
Pero también mucha gente, y por infinitos
motivos, demanda unos conocimientos a nivel universitario. Estos pueden ser suministrados
de forma gratuita desarrollando plataformas de educación virtual de nivel
académico, como han iniciado los anglosajones con la plataforma Coursera. Desarrollar una
iniciativa potente similar en español es muy factible, que para algo somos 500
millones de hispanoparlantes, con cientos de universidades. El desarrollo de
esta iniciática tendría también bajo coste, pues basta considerar la
elaboración de un buen curso o modulo académico virtual como un merito académico
a añadir al curriculum para que miles de profesionales se empeñen en su desarrollo.
Por supuesto estos materiales formativos deben ser homologados y avalados por
las instituciones para asegurar su calidad (el problema no resuelto de Wikipedia),
y se debe permitir a quien los desee acreditar que han recibido la formación si
es el caso.
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