Varios militantes del PSOE de Villanueva de la Serena han sido expulsados del partido por participar en una manifestación vecinal contra el actual alcalde socialista. Probablemente la noticia sólo refleja parte de una realidad local más compleja, pero ayuda a comprender una de las taras de nuestro sistema democrático: la desproporcionada hegemonía de los partidos políticos en la gestión de lo público.
Un objetivo irrenunciable de los partidos es obtener el poder, justificándose como única forma de aplicar sus propuestas, beneficiosas para la sociedad. Pero en esta dinámica de obtener lo importante, el poder, se desvirtúa el uso de modos democráticos y participativos en nuestra sociedad.
Un líder excepcional teorizó sobre cómo un partido pequeño podía tomar el poder absoluto, y además lo logró en la práctica. Desde Lenin, quedaron en el subconsciente de los partidos unos usos que se revelaron muy efectivos, como el centralismo democrático, según el cual la discrepancia de los militantes solo puede ejercerse en los órganos internos de los partidos, nunca fuera de estos cenáculos, nunca en publico, convirtiéndose los militantes fuera de sus sedes –y habitualmente también dentro- en autómatas sin idea ni iniciativa propia, alejados del pluralismo de la gente común. Es absolutamente imposible que existan personas completamente de acuerdo con lo que dicen o hacen Zapatero o Rajoy, Arenas o Chaves, Heredia o Bendodo, lo lógico es que se esté a favor de una parte de los argumentos y prácticas de estos, pero el acuerdo o el rechazo a la totalidad solo es posible en una militancia que dejó su cerebro y sentido común en la puerta de la sede de su partido.
El poder tiene también su erótica y, más mundanamente, se asocia a unos buenos sueldos y condiciones laborales. Esto hace inevitable que los partidos sean asaltados por legiones de interesados en su propio beneficio, por profesionales en medrar de la política, y estos espabilados son los primeros en aprender que acatar a rajatabla el centralismo democrático y el servicio al líder son las fórmulas infalibles para triunfar en su propio beneficio. Además la política ya no es una actividad eventual de algunos más motivados y preparados, hoy día se puede vivir de la política toda la vida, basta con apuntarse de joven en las juventudes de cualquier partido potente y, mostrándose siempre útil y disciplinado, y con un buen par de codos para alejar al competidor, se puede vivir siempre en despachos, hemiciclos e inauguraciones repletas de canapés.
Pero lo peor de este predominio de los partidos es que, por su natural apego al dominio absoluto de lo publico, condenan a la ciudadanía a la marginación en la política, o se es militante o hooligan de un partido o no se pude participar en ella. La gran esperanza para el ciudadano corriente de poder intervenir en lo público, según sus criterios, sus ideas, sus intereses, es Internet, esa red de redes que puede permitir a escala adecuada el asociacionismo en lo concreto, y la de creación de plataformas reivindicativas libres y democráticas.
Pero de siempre ha habido gente buena y gente mala, entre ricos y pobres, incluso entre Capuletos y Montescos. Y, como siempre, si queremos una sociedad justa y solidaria no podemos esperar a que los partidos políticos la diseñen; una sociedad sana sólo se conseguirá si el ciudadano común es una persona buena en el amplio sentido de la palabra. La utopia, conseguir un mundo maravilloso para nosotros y nuestro hijos, dicen que es algo imposible, pero si queremos una sociedad menos crispada, más nuestra, más participativa, más justa, que cada cual se aplique su alícuota de responsabilidad. Hay que exigir una democracia no usurpada por unos partidos políticos omnipotentes, hay que luchar por una mayor participación de la ciudadanía en la gestión de lo común, pero todo ello es inútil si cada cual no intenta ser una persona buena en la esfera pública y privada. Feliz Navidad para todos.
Damián Zamorano Vázquez
Publicado en Estepona Información el 24.12.2009
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