Tras la segunda guerra mundial la Europa libre se hizo socialdemócrata. Tras el atroz sufrimiento bélico los ciudadanos exigían conjugar libertad con un mundo más justo, exigían unas condiciones de trabajo dignas y que se cubrieran las necesidades básicas de todos, también de los más desfavorecidos. Surgió el estado de bienestar con prestaciones universales en sanidad, educación y seguridad ante el desempleo y la vejez. Esta política fue realizada tanto por gobiernos democratacristianos como socialdemócratas, pues ambos estaban atentos de los deseos de la inmensa mayoría.
Pero los políticos conservadores, fieles correas de transmisión de los intereses de los poderosos, supieron aprovechar las contradicciones del estado de bienestar, fundamentalmente las rigideces que se imponían a los emprendedores, e iniciaron una cruzada triunfadora contra el pensamiento de izquierdas. En 1976 la serie británica los Roper planteaba en tono de humor las desventuras de un vago por vocación, parasito del estado de bienestar, vecino de un joven y dinámico emprendedor. El 1979 Thatcher gana las elecciones en Reino Unido, con la promesa de invertir el declive económico del Reino Unido y reducir el papel del Estado en la economía. Un año después triunfa el ultraconservador Reagan, y en 1989 cae el muro de Berlín y de inmediato el imperio soviético. El pensamiento conservador, disfrazado de liberal, es el triunfante a nivel mundial. La izquierda es incapaz de un rearme ideológico, y aún hoy día discute sin acuerdo en lo esencial, en el diagnostico y en el tratamiento, ser más de izquierda o más de centro. La prueba de que la izquierda europea está con el paso cambiado es que torticeramente se le hace responsable de la actual crisis económica, provocada por la codicia y fraude de los financieros, y que ni siquiera ha logrado obtener aliento del histórico triunfo de Obama -la izquierda moderada- en EEUU.
Hay dos reflexiones importantes si queremos evitar el ostracismo de la ideología de izquierdas:
1. El discurso obrerista debe ser superado. No es que no existan obreros, que los hay, y cada vez en peores condiciones laborales, abundando los mileuristas y los parados. Pero esta clase social ha vivido años de esplendor y sociológicamente al menos se considera clase media, o es su deseo más íntimo serlo, y se comporta como tal en sus demandas sociales. También esta clase social está culturalmente mucho más avanzada que lo estaban sus abuelos, y preocupada por cuestiones alejadas de las tradicionalmente obreras, como el ecologismo y la defensa a ultranza de la libertad individual. Dentro de la clase media un sector importante es el de los pequeños empresarios, fáciles de ahuyentar de un proyecto de izquierdas si solo reciben cortapisas a sus iniciativas y decepción por ver como su vida es mucho más dura que la de la pujante casta funcionarial, a la que paga con sus impuestos.
2. Hoy día la confianza de los ciudadanos en los gestores no se produce por su ideología, sino por su credibilidad y experiencia, por gestionar bien, por aportar logros y progreso, por ayudar a crear riqueza. Esto vale para todos los niveles políticos pero especialmente para los que son más cercanos al ciudadano, y el nivel más cercano es el municipal.
No se ganarán elecciones locales en Estepona a base de discurso ideológico, aunque hay que tenerlo. Ganará quien sepa conjugar los intereses de los más desfavorecido con los de las clases medias. Ganará quien sea capar de ilusionar con proyectos que satisfagan las necesidades reales de los ciudadanos, quien ofrezca los mejores servicios, quien baje los impuestos y adecue los gastos del Ayuntamiento sólo a lo necesario, quien utilice la política municipal como un motor para crear riqueza, no como ahora, cuya gestión es un freno o un ancla al progreso. Ganará quien se ofrezca al servicio del ciudadano, no a expoliarlo. Valadez nunca ganará elecciones en Estepona.
Damián Zamorano Vázquez
Publicado en Estepona Información el 23.1.2010
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