Parece que el pescado ya está vendido, que la agobiante hormiga
alemana ha aguantado hasta el final el pulso con la dócil cigarra española y,
casi en el descuento, cuando se masca la tragedia, al final nos ayudará, una
vez se asegure que hemos reducido el déficit público de forma significativa.
Solo nos queda un par de recortes para que se culmine el rescate encubierto
(tomate según el argot del gobierno), y al menos que alguien nos preste dinero.
Aún se hablará mucho de la crisis, y los desprestigiados
–que no disminuidos en privilegios- políticos seguirán con sus discursos para
bobos (o sea para su autoconsumo), los unos achacando la tragedia sólo a la
herencia de Zapatero, los otros apoyando a cualquier descontento, incluso a los
que protestan por lo que también hubieran hecho ellos si estuvieran en el
gobierno.
Quiero desear que, además de los histriónicos, los partidos
políticos, y los empresarios y sindicatos, tengan en su seno gente lúcida que
se dediquen a algo de más futuro que marear el pescado vendido de la crisis, y
se ocupen de diseñar los cauces de la recuperación económica, el levantarse
tras la caída, que alguna vez vendrá.
Personalmente la crisis me ha vuelto escéptico y, aunque
lucharé con todas mi fuerzas contra una sociedad basada en la ley de la selva,
tampoco me apetece un Estado seboso y burocrático que dificulte la libre
iniciativa de los más emprendedores, castrando el desarrollo de las
potencialidades que todas las personas tienen dentro.
No tengo un programa para la recuperación, no soy tan capaz,
pero si tengo algunas ideas –herejías para los puristas- basadas en lo que
visto y vivido, y en el sentido común, que expongo por si les apetece
reflexionar sobre ellas.
Lo más importante es luchar por la incorporación al trabajo
de los jóvenes. No podemos condenar a una generación a su marginación social, es
intolerable y seria el suicidio del país.
Hay que buscar un modelo productivo basado en actividades
competitivas, con posibilidad de exportar, con componente tecnológico
significativo, buscando nichos con futuro, como la energías renovables. Pero
también hay que buscar salida a los trabajadores no cualificados, antes en la
construcción, generando un marco adecuado a las pymes, ayudando desde la obra
publica y el apoyo a los dependientes, y afirmando que tan digno es recoger
fresa para un español como lo fue para los emigrantes que vinieron a hacerlo.
No puede haber familias que no reciban ingresos: la pobreza
es intolerable. De la misma manera la sociedad debe apoyar a los necesitados,
todo lo que pueda y más, y abandonar ya de la tontería del café para todos,
aprovechándose de estos apoyos los que no lo requieren. Esto significa sí a los
copagos en determinadas circunstancias.
Hay que desterrar la autocomplacencia: ni la sanidad ni la
educación pública eran tan buenas como dicen, ni los funcionarios son por
definición laboriosos y responsables simplemente por haber aprobado una
oposición.
El Estado, ahora arruinado, debe reiniciar su actividad con
normas precisas cuando actúe: solvencia, necesidad y eficiencia. Si una
actividad pública es realizada por funcionarios o por entes privados
concertados es indiferente. Ya esta bien del corporativismo de los beneficiados
por tantas componendas; licitar y concertar con transparencia debería ser la
norma y no la excepción.
Hace falta que la legislación y la practica se adecuen para
la persecución implacable de todo aquel que se apropie de cualquier bien
publico, sea por corrupción, pillería o abuso de poder, sea político, banquero,
juez, obispo, alcalde, medico, profesor, parado o sindicalista: tolerancia cero
contra la indecencia de los que se aprovechan de los bienes comunes
Cualquier político que mienta debe ser fulminantemente
cesado. Cualquier intento por parte de cualquiera de no formar ni informar
adecuadamente a la ciudadanía debe ser socialmente reprobado: somos adultos, no
imbeciles.
Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 4.8.2012
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