miércoles, 9 de mayo de 2012

Resignación


Vivimos con el corazón en un hilo con tanta mala noticia. Cada día hay más paro, más impuestos, más recortes en prestaciones sociales, más amenazas sobre la sostenibilidad económica de España, y más miedo a los viernes, cuando los teleñecos de Rajoy anuncian el último conejo improvisado y agónico, made in Germany, que sale de la chistera del consejo de ministros. En la calle el lamento es unánime, o no hay dinero, o no hay trabajo, o no hay esperanza, o no hay ninguna de las tres. Sin embargo, sorprendentemente, la gente está extraordinariamente tranquila. Como mucho despotrica en el bar, o acude a alguna manifestación, pero repudiando actos de violencia o antisistema, paradójicamente dudando de la viabilidad de nuestro sistema político y social.

Tal tranquilidad la definiría como resignación: lo que hay es lo que hay, y no hay más. Los activistas políticos y sociales luchan sin descanso contra esta resignación pasiva, bien con proclamas incendiarias estilo Pasionaria, bien con análisis críticos -más o menos bien argumentados- de las medidas del gobierno. Pero estos mensajes no calan en el conjunto de la ciudadanía, que aguanta estoica lo que se le va viniendo encima. Mi impresión es que esta resignación obedece a un estado se shock colectivo, de esos tan fuertes que obligan a un razonamiento y actitud pausados, rechazando por el momento hacer divertimentos o frivolidades.

El shock tiene un nombre, miedo, miedo al futuro, al propio, al de los hijos, al de la sociedad en conjunto. La parálisis no sólo se explica por lo intenso del miedo, sino también al remordimiento por las culpas cometidas y a la sensación de que los acontecimientos nos superan por su magnitud.

España esta atrapada entre unas deudas difíciles de pagar (los prestamistas aprietan) y la necesidad de aumentar el endeudamiento para generar riqueza. Problema insoluble para España como país, pues la llave maestra para resolver el problema está en Europa, en el prestamista.  Rajoy está haciendo los recortes que obliga Merkel, tal como los hizo Zapatero, y si son más intensos que antes es simplemente porque la situación económica es peor. Pero Rajoy comete errores: no concierta con nadie, es incapaz de ofrecer ideario propio, se ha metido en un lodazal de mentiras sin precedentes, y aprovecha las necesarias reformas para favorecer descaradamente a la clase empresarial y a los elementos sociales mas conservadores. Si la situación no mejora la mayoría no perdonará al PP por su soberbia, y la derecha volverá a ser poco relevante otros muchos años, una vez más.

Un signo de madurez en España  es que no afloran movimientos populistas. Dado que el PP aprieta y ahoga, y al PSOE por ahora casi nadie le hace caso, lo lógico es que surgieran personajes como Le Pen o Perón que aglutinaran a muchos descontentos, pero en España estos personajes no están, ni por ahora se les espera.

Cuando hablo de sentimiento de culpa me refiero a un sentimiento colectivo de fracaso. Se ha avanzado mucho en España en políticas sociales, es verdad, pero eso no quiere decir que la educación y sanidad pública eran magnificas como ahora quieren vendernos; había mucho por mejorar. Pero lo peor es que, al rebufo de esta apuesta por lo social, han proliferado una panda de sinvergüenzas que han medrado sin escrúpulos, defendiendo (en algún caso robando) intereses particulares o grupales.  Mientras se les llenaba la boca de hablar del bien común, muchos políticos simplemente nos tomaban el pelo, y todos somos culpables de no haber sabido mandarlos a la quinta puñeta. En esto no hemos sido un país serio.

Mi impresión es que no hemos llegado a entender por qué hemos sido tan vulnerables como país ante la crisis, y esto es muy arriesgado pues incapacita el propósito de enmienda. Además, demasiados ciudadanos corrientes padecen el mal de los políticos: extraordinariamente dotados para la critica al contrario, pero desconocedores de la autocrítica.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 5.5.2012

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