sábado, 4 de diciembre de 2010

Mercado de San Miguel

Hace unos días fui a visitar a mis dos hijos residentes en Madrid, una estudiando, el otro buscando trabajo. Madrid es mi ciudad favorita. Mi inmenso cariño deriva de los cuatro años en que residí en la capital, realizando mi especialización médica en Endocrinología. Nunca dejaré de agradecer el trato que me dispensaron los madrileños, nunca me trataron como un foráneo, y a resultas un jovencito de 22 años se encontró en su casa, aun estando fuera de ella. Otra cosa que me impresionó de Madrid fue el alto nivel de cultura y de autoestima de los trabajadores menos cualificados, con los que por motivos ideológicos prefería relacionarme.

Mis hijos me citaron en un mercado –que no conocía- adyacente a la Plaza Mayor, el mercado de San Miguel. Su tamaño es parecido al mercado de Estepona, próximo a ser desmantelado por traslado. Es un mercado de lujo, mezcla de mercado tradicional, con puestos dedicados a la venta de productos alimenticios, con una presentación impresionante, y puestos que ofrecían tapas de excelente calidad a un precio razonable. El mercado de San Miguel estaba abarrotado, y por las conversaciones que oía, la mitad de los clientes eran extranjeros, buscando lo mejor de Madrid.

Se me ocurre que el mercado de Estepona podría tener un uso similar, una mini-catedral gastronómica para disfrute del esteponero y atracción del turista. La mitad del espacio lo dedicaría a puestos permanentes, la otra mitad a exposiciones temporales en las que invitar a argentinos, italianos, a todos los países, a que mostraran para la venta y degustación sus productos relevantes. La atracción al turista podría ser de calado, o no, estudiese.

Por supuesto no estoy sugiriendo que el Ayuntamiento pudiera gestionar tal proyecto, colocando a Nekane en hortalizas, Carrasco en carnes, y a otro pelota de turno en pescados, con Gago como jefe de recursos humanos (60.000 euros más plus). Pienso en algo más serio, en contactar con empresarios locales del sector, facilitarles la infraestructura y el apoyo institucional, y que sean ellos lo que desarrollen el proyecto, obteniendo beneficios, si los hay, o pagando de su bolsillo, que no del contribuyente, las perdidas, si al final es lo que hay.

Cuando hago este tipo de propuestas de dinamización de la economía local sé muy bien a lo que me arriesgo, a que me consideren otro perturbado mental -¿o interesado comisionista?- que malgastaría dinero publico en desvaríos ruinosos, por ejemplo como el robo perpetrado a Estepona por bancos, iglesia y especuladores con el cuento de una universidad imposible, como tapadera de un pelotazo urbanístico sin precedentes.

Si el próximo alcalde de Estepona, al que saludo desde estas líneas, me aceptara alguna sugerencia, ésta sería: ponga a sus concejales y funcionarios a trabajar duramente. Con dos consignas:

La primera es que este país, y por tanto esta ciudad y este Ayuntamiento, sólo serán prósperos si se conjuga el servicio al ciudadano con un aumento de la productividad. España tiene una difícil salida de la crisis por un motivo único, hemos perdido mucha competitividad desde el 2001, lo que hacemos es caro y no nos lo compran. El Ayuntamiento algo puede hacer en este tema, facilitar la labor a los emprendedores, no dedicarse a aburrirlos a golpe de burocracia, o a arruinarlos vía impuestos.

Segunda consigna, ni un euro de dinero público para gastos que no estén absolutamente justificados y analizados de forma minuciosa, con lupa sin cristales deformados. No es de izquierdas el despilfarro del carril-bici de Alarcón, es cosa de incompetentes, a no repetir. Es más, aunque pueda sonar mal, propondría en un futuro cercano, hasta salir de la crisis, no realizar ninguna gestión publica si hay una alternativa del sector privado para realizar el cometido en cuestión de forma más eficiente. Obviamente, privatizar sin acabar con la lacra de la corrupción es imposible, sólo generaría más ruina, económica y moral.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 4.12.2010

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