domingo, 24 de julio de 2011

La generación perdida

En política es bastante frecuente que, en momentos difíciles para un país o una opción ideológica, surja una generación joven que tome las riendas del poder, a la vez que insufla nuevos ánimos y consiga –o a menos lo intente- realizar profundos cambios, como corresponde a los deseos de una población que ante la parálisis o las dificultades demanda regenerar la sociedad y la vida pública. En todos los casos los jóvenes líderes de estos movimientos han despertado sentimientos de esperanza y apoyo en sectores bastante amplios de la población.

Ejemplo de estos líderes los tenemos en EEUU en los casos de los presidentes Kennedy, Clinton y Obama, en los tres casos rompiendo un férreo dominio de los conservadores (republicanos), y siendo las simpatías por estas figuras incluso mucho mayor fuera de su país. Otro ejemplo paradigmático fue Tony Blair, que arrasó con el post-tacherismo, y casi finiquita a los conservadores británicos.

En España el ejemplo mas claro de líder joven con muy amplia aceptación ciudadana, representando el deseo de cambio y regeneración del país, fue Felipe González. Consiguió en primer lugar crear un partido socialista fuerte, en momentos en que la única izquierda real, “el partido”, era el partido comunista. A continuación facilitó con Santiago Carrillo el difícil transito a la democracia, que capitanearon a partes iguales el Rey y Adolfo Suárez. Por último, culminó en sus largos años de gobierno la homologación política y económica con Europa. Felipe González dejo el poder por aburrimiento de los electores, que todo aburre cuando dura mucho. Para los socialistas es aún hoy día el mayor referente.

Aznar fue el repuesto joven de Fraga cuando le fracasaron todos los anteriores experimentos. Finalmente el PP, su partido, perdió el poder por la soberbia de Aznar, por querer renacer viejos sueños imperialistas en un país escarmentado por su historia de guerras e imperios, y por tanto profundamente pacifista. Pero Aznar sigue siendo el líder natural de la derecha, sobre todo de la económica.

El joven Zapatero tuvo como logro vencer al PP, que parecía gobernaría por lustros. Pero, a diferencia de González, Zapatero no fue un líder indiscutible en la calle: consiguió hacerse con el poder dentro del PSOE siendo un desconocido y por estrecho margen. Perdió el poder por la crisis económica, pero de mala manera, pues como líder artificial, de despacho, no ha sabido siquiera convencer a los españoles de sus buenos deseos para mitigar los daños.

El PSOE tiene una situación muy difícil. Parecería el momento oportuno para que una nueva generación tomara el mando, reformulara el programa socialdemócrata, y volviera a ilusionar a una población que mayoritariamente es de centro-izquierda, y ahora empobrecida. Pero hay un problema: no existe una generación joven socialista, esta generación se ha perdido. A diferencia de sus mayores, lo jóvenes socialistas en edad de gobernar no se han forjado en la calle, sino en los despachos y las sedes de su partido, no tienen conexión real con la sociedad, algunos son unos vividores impresentables, y han conformado el PSOE a su imagen y semejanza, una simple agencia de colocación. Por supuesto que hay excepciones a esta falta de lideres jóvenes socialistas, pero a contar los dedos de la mano.

En estos momentos difíciles un PSOE sin cantera tiene que optar por dar todo el poder a los veteranos: Rubalcaba, Iglesias, Griñán. Desde luego es la mejor opción en este momento, pero no es “la solución”. Se hace inevitable una regeneración profunda de la socialdemocracia y su partido, el PSOE. Los futuros lideres del PSOE no están en su militancia actual, están en la calle, en sus trabajos, en sus estudios, muchos acudiendo a las actividades del movimiento 15-M. El futuro del PSOE sólo existirá si es un partido abierto, no un club cerrado. Respecto al futuro programa socialdemócrata el debate será duro. De eso hablaré en otro artículo

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 23.7.2011

domingo, 17 de julio de 2011

Juana en el País de las maravillas

No descarto que exista una conspiración mundial para conseguir una ciudadanía de necios que, como ignorantes, serían fácilmente manipulables por los múltiples lobbys políticos, religiosos, empresariales y comerciales que pululan en este mundo. Hay muchas formas de generar necios, desde asegurar una educación defectuosa, a desanimar la cultura o enganchar al público en los programas basura de televisión. Para los que superan estos obstáculos siempre se les puede aplicar un correctivo de choque: negarles información objetiva o, aún más efectivo, manipular la información.

Sin información adecuada toda opinión puede ser un disparate. Con información manipulada el afectado será carne de cañón para ingresar como hooligan en cualquier mesnada acrítica con el líder patrocinador de la manipulación, hipercrítica hasta la histeria y el insulto con el que siga otra bandera.

De toda la vida he utilizado el periódico “El País” para estar informado de los acontecimientos diarios, e incluso asimilar opinión de forma complementaria a otras fuentes como la lectura de libros y revistas, el cine, ver buenos reportajes en televisión, hablar con la gente y sobre todo ver con ojo propio. “El País” es un periódico liberal con tintes progresistas y, asegura su código ético, la información veraz es el principal valor periodístico, siendo la opinión algo secundaria y explícitamente separada de la información.

Sin embargo llevo tres años impresionado con la información que ofrece “El País” sobre Estepona: ¡como engañan!.

Para la reportera local de “El País” Estepona es el país de las maravillas. Dos bandas bien organizadas dominaban la ciudad, los gilistas y los astapas, pero llegó un hombre bueno que acabó con ambas bandas y propició un periodo de prosperidad y felicidad colectiva a pesar de que los malos hacían a diario cosas muy malas, para torpedear al bueno. Este mito de la Estepona de las maravillas tenía, como todos los mitos, unas bases para ser creíble: el Gil gobernó en su momento en mayoría absoluta, al igual que en Marbella, en la operación Astapa se supone hay acusaciones de corrupción, y el hombre bueno que acabó con ambas bandas ha sido catalogado por sus superiores como uno de los mejores alcaldes de España. Todo para maravillar a propios y extraños.

Pero cultivar mitos no es periodismo, es más bien actividad de poetas, o de falsarios. Periodismo es informar de forma objetiva de todos los hechos relevantes, obtener datos de todas las fuentes, contar lo que hace bien el bueno, pero también lo mucho que hace mal, contar de lo que se acusa a los malos, pero también referir cuando procede la versión de estos, pues lo contrario es simplemente informar de forma sesgada.

Pero el pecado mayor de la información proporcionada por “El País” no ha sido el sesgo sistemático, lo peor es que la información ha sido conscientemente manipulada en los últimos tres años para servir a unos intereses particulares, obviamente de la mano que mece la cuna.

Derrotado de forma estrepitosa en las urnas el beneficiado de tanta manipulación, nuestra intrépida reportera (Juana Viudez) pasa al contraataque, como pudimos apreciar en dos artículos aparecidos el día 11 de julio. Vencido el bueno, Estepona es de nuevo dominada por los malos. El nuevo alcalde se rodea de gilistas y paga alquileres a los de la banda de Astapa. Realmente no merece la pena responder a las acusaciones, que son malvadas, tendenciosas y realizadas con sutileza para hacer más daño: realmente no son acusaciones explicitas, simplemente insinúa algo grave para que el lector concluya, muy contento -el lector- de su propia inteligencia, pues ha llegado a averiguar por su cuenta la verdad verdadera: el notario es la reencarnación de Jesús Gil.

Y seguirá la manipulación para intentar crear un nuevo mito. El bueno y su bondadoso pueblo son atacados por un alcalde antidemocrático que solo vive para satisfacer a gilistas y corruptos.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 16.7.2011

domingo, 10 de julio de 2011

Cabreo y doble cabreo

No quiero contarles detalles de la penosa situación en la que se encuentra el Ayuntamiento de Estepona. Corresponde al nuevo equipo de gobierno, el que ha heredado el esperpento, contar lo que tenga que contar. En cualquier caso piensen en la empresa peor gestionada del mundo y estarán cerca de conocer la verdad. Agudicen su ingenio, piensen aun peor, y acertaran.

Si el Ayuntamiento fuese una empresa privada, hacia años habría quebrado, pero nuestra mayor empresa local no quiebra, simplemente acumula deudas e impuestos. Comentaba la situación con un amigo del PP y me dijo que estaba profundamente cabreado por la situación. Le respondí que mi cabreo era mayor, o más exactamente era doble, por una parte cabreado como él por la extorsión, pero además también cabreado porque este quebranto se realizó en nombre de mi ideología y partido.

Los liberales más a la derecha –que, por cierto, tienen un cuerpo doctrinal amplio y disponen de generosos fondos económicos para su propaganda- piensan que los impuestos solo se justifican para gastos de defensa y seguridad, y que el resto es un simple robo al contribuyente. La derecha más centrada admite, obviamente, que hay muchos otros servicios públicos que deben ser gestionados por el Estado, y por tanto sufragados a base de impuestos. Correspondió a la izquierda profundizar en la cuestión y considerar como un derecho y no una dádiva usar fondos públicos para asegurar un bienestar básico para toda la población, fundamentalmente en aspectos de educación y protección ante la enfermedad, el paro y la vejez. Fue la izquierda la que desarrolló el moderno estado de bienestar, hoy día aceptado por casi todo el espectro político, con sólo algunos matices en su aplicación. También correspondió a la izquierda forzar fondos público para redistribuir la riqueza por otros mecanismos, aunque hoy día se prefiera predistribuir a redistribuir o, explicado menos técnicamente, se prefiere invertir en la igualdad de oportunidades y en facilitar la inserción social y laboral de los más desfavorecidos, y no simplemente en subvencionar el paro ocioso y la automarginación social interesada cuando es más cómoda que el trabajo o el esfuerzo.

Pero los impuestos los fijan los gobernantes, elegidos por voluntad popular. Corresponde pues a la izquierda convencer a la ciudadanía que debe sacrificar una parte significativa de sus ingresos, vía impuestos, para sufragar unos servicios públicos de la mayor calidad posible, y además para ayudar a los más necesitados a integrarse con todos las posibilidades en la sociedad. El objetivo es conseguir una sociedad cohesionada, un gran bien, pero cuesta dinero, mucho dinero. La historia enseña que la ciudadanía está dispuesta a costear la cohesión social, pero siempre que el objetivo a conseguir sea razonable, y los medios eficientes. Caso contrario se sublevarán contra los impuestos y renegarán contra la solidaridad.

Para la izquierda el dinero público es una pesada carga que se le impone a la ciudadanía, justificado por obtener un bien mayor: la cohesión social. Este dinero, debe ser pues lo más sagrado para la izquierda. Comprobar cómo se ha gestionado el dinero público en el Ayuntamiento de Estepona da no sólo cabreo, sino incluso asco y nausea, a cualquiera, en doble ración para el que se considera de izquierdas.

Estas reflexiones me invitan a descalificar a los que confunden la semántica con los hechos. Para muchos de izquierda los servicios públicos son lo mejor pues, como su nombre indica, están al servicio del público. Pero en ocasiones, y el mejor ejemplo es el Ayuntamiento de Estepona, los servicios públicos están solo orientados a satisfacer intereses particulares, y actúan de forma profundamente antisocial, en contra de los intereses públicos. Los impuestos en Estepona son elevados, pero los servicios son malos, y las deudas inmensas. El Ayuntamiento de Estepona es profundamente ineficaz y antisocial.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Informacion. 9.7.2011

domingo, 3 de julio de 2011

La nueva socialdemocracia

Comprenderán que cuando se llega a cierta edad no merece perder el tiempo en tonterías. Por eso, no me ocupa la última payasada de David Valadez cuando, tras serle comunicado en pleno municipal que ha dejado una deuda de 267 millones de euros, no tiene otra ocurrencia que lanzar un comunicado acusando el nuevo alcalde de manirroto. Pregunto: ¿es incompatible la decencia con la política?

Mejor me parece ocupar el tiempo en actividades útiles y satisfactorias. En este contexto asistí a una conferencia de Jesús Caldera sobre los retos de la socialdemocracia, y es que no hay mayor gozo en este mundo que oír a los que saben. Caldera, como saben, fue ministro del trabajo, es vicepresidente de la Fundación IDEAS, y será el coordinador del programa electoral del PSOE para las próximas elecciones generales.

Por cierto que la conferencia se desarrolló en el Ateneo de Málaga. Conseguir un Ateneo en Estepona es sólo cuestión de un poco de esfuerzo. Deberíamos intentarlo.

La socialdemocracia está en franco declive en toda Europa, pero curiosamente lo más parecido a la izquierda en EEUU es Barak Obama, y ganó sus elecciones. En España ha sufrido un duro revés, dicen que por la crisis económica, pero eso es sólo parte de la verdad. La verdad más cierta es que la izquierda ya había perdido previamente en los núcleos urbanos, que es donde se genera la modernidad, y poco futuro puede tener la izquierda si no abandera la modernidad.

Pero los sociólogos afirman que los españoles son aun de centro-izquierda, e incluso el movimiento social más combativo, el 15-M, es claramente de izquierdas. Abundado en el tema, hace sólo unos años, cuando el esplendor económico, sectores de las clases medias pensaban que podían liberarse del Estado de Bienestar, costeándose educación, sanidad y pensiones, y en consecuencia se oponían a la izquierda defensora de los sistemas públicos sociales igualitarios. Hoy día no es así, con la crisis la clase media se ha empobrecido bastante y ha abandonado esos deseos de independencia de lo público, lo necesita como el que más.

La pregunta pertinente es por qué los españoles, mayoritariamente de centro-izquierda, abandonan al PSOE y votan al PP. La respuesta es simple: no abandonan al PSOE por socialdemócrata, sino porque ha gestionado muchas cosas mal, y votan al PP porque piensan que hará mejor gestión y que mejorará sin destruir las políticas sociales.

El fin último de la socialdemocracia es conseguir una sociedad próspera, libre y cohesionada. Lo demás son milongas. En política pura y dura las ideologías no cuentan, cuentan los intereses, y en esto los poderosos tiene un modelo social incompatible con la socialdemocracia, siendo los principales campos de batalla el modelo de crecimiento, la libertad individual frente al dogma interesado, las relaciones laborales, la igualdad de oportunidades y la redistribución de riqueza, sobre todo en forma de prestaciones sociales. Estas diferencias entre los intereses de los poderosos y los intereses de la mayoría trabajadora existirán siempre, como siempre han existido terratenientes y braceros, primer y tercer mundo, obispos y divorciados, y banqueros y mileuristas.

Pero hay cosas que sí son comunes a derechas e izquierdas, si ambas son decentes, y no deberían ser motivo de desencuentro sino de reafirmación en lo que nos une. Hablo de la eficiencia, la austeridad, la tolerancia cero contra la corrupción y la corruptela, no mentir, no usurpar desde la política lo que corresponde a la ciudadanía, e incluso la compasión por el más débil.

En algunos años volverá pujante la socialdemocracia, es ley de vida. Creo que sus protagonistas en España serán jóvenes formados en la tormenta de ideas del 15-M. Sólo espero que la nueva generación de izquierdas esté a la altura de los tiempos, que son arrebatadoramente nuevos, nada que ver con los tiempos que conocimos los que, allá por la transición, también luchamos por un mundo mejor.

Damian Zamorano Vázquez

Estepona Información. 2.7.2011