domingo, 17 de julio de 2011

Juana en el País de las maravillas

No descarto que exista una conspiración mundial para conseguir una ciudadanía de necios que, como ignorantes, serían fácilmente manipulables por los múltiples lobbys políticos, religiosos, empresariales y comerciales que pululan en este mundo. Hay muchas formas de generar necios, desde asegurar una educación defectuosa, a desanimar la cultura o enganchar al público en los programas basura de televisión. Para los que superan estos obstáculos siempre se les puede aplicar un correctivo de choque: negarles información objetiva o, aún más efectivo, manipular la información.

Sin información adecuada toda opinión puede ser un disparate. Con información manipulada el afectado será carne de cañón para ingresar como hooligan en cualquier mesnada acrítica con el líder patrocinador de la manipulación, hipercrítica hasta la histeria y el insulto con el que siga otra bandera.

De toda la vida he utilizado el periódico “El País” para estar informado de los acontecimientos diarios, e incluso asimilar opinión de forma complementaria a otras fuentes como la lectura de libros y revistas, el cine, ver buenos reportajes en televisión, hablar con la gente y sobre todo ver con ojo propio. “El País” es un periódico liberal con tintes progresistas y, asegura su código ético, la información veraz es el principal valor periodístico, siendo la opinión algo secundaria y explícitamente separada de la información.

Sin embargo llevo tres años impresionado con la información que ofrece “El País” sobre Estepona: ¡como engañan!.

Para la reportera local de “El País” Estepona es el país de las maravillas. Dos bandas bien organizadas dominaban la ciudad, los gilistas y los astapas, pero llegó un hombre bueno que acabó con ambas bandas y propició un periodo de prosperidad y felicidad colectiva a pesar de que los malos hacían a diario cosas muy malas, para torpedear al bueno. Este mito de la Estepona de las maravillas tenía, como todos los mitos, unas bases para ser creíble: el Gil gobernó en su momento en mayoría absoluta, al igual que en Marbella, en la operación Astapa se supone hay acusaciones de corrupción, y el hombre bueno que acabó con ambas bandas ha sido catalogado por sus superiores como uno de los mejores alcaldes de España. Todo para maravillar a propios y extraños.

Pero cultivar mitos no es periodismo, es más bien actividad de poetas, o de falsarios. Periodismo es informar de forma objetiva de todos los hechos relevantes, obtener datos de todas las fuentes, contar lo que hace bien el bueno, pero también lo mucho que hace mal, contar de lo que se acusa a los malos, pero también referir cuando procede la versión de estos, pues lo contrario es simplemente informar de forma sesgada.

Pero el pecado mayor de la información proporcionada por “El País” no ha sido el sesgo sistemático, lo peor es que la información ha sido conscientemente manipulada en los últimos tres años para servir a unos intereses particulares, obviamente de la mano que mece la cuna.

Derrotado de forma estrepitosa en las urnas el beneficiado de tanta manipulación, nuestra intrépida reportera (Juana Viudez) pasa al contraataque, como pudimos apreciar en dos artículos aparecidos el día 11 de julio. Vencido el bueno, Estepona es de nuevo dominada por los malos. El nuevo alcalde se rodea de gilistas y paga alquileres a los de la banda de Astapa. Realmente no merece la pena responder a las acusaciones, que son malvadas, tendenciosas y realizadas con sutileza para hacer más daño: realmente no son acusaciones explicitas, simplemente insinúa algo grave para que el lector concluya, muy contento -el lector- de su propia inteligencia, pues ha llegado a averiguar por su cuenta la verdad verdadera: el notario es la reencarnación de Jesús Gil.

Y seguirá la manipulación para intentar crear un nuevo mito. El bueno y su bondadoso pueblo son atacados por un alcalde antidemocrático que solo vive para satisfacer a gilistas y corruptos.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 16.7.2011

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