lunes, 31 de octubre de 2011

Empleados municipales

Tengo una amiga, joven, muy sensata, rabiosa defensora de los derechos civiles y de la mujer, reconociéndole merito a Zapatero por su legislación a favor de estos derechos. No obstante es militante del PP, y me decía que lo era por puro patriotismo económico. A su entender el modelo igualitario de la izquierda es la invitación a la ruina común, y solo una competencia sana puede aflorar lo mejor de cada persona conduciendo a un progreso social y material significativo, del que no solo se beneficiarían los triunfadores, en justa compensación a sus meritos y logros, sino todo el conjunto de los ciudadanos, incluso los perdedores, pues a fin de cuentas de la riqueza siempre se puede repartir riqueza, pero de la pobreza solo puede repartirse miseria.

A mi entender mi amiga, idolatrando un simple instrumento, la competencia, olvida el objetivo final de una sociedad sana, y es que todos tengan una vida feliz, y esto incluye tener las necesidades materiales básicas cubiertas, desde la infancia a la vejez. Cuando digo todos me refiero a listos y torpes, emprendedores o conformistas, nacidos en palacio o en chabola, atletas o discapacitados. Solo excluyo a los parásitos y sinvergüenzas, a los que solo debe facilitarse su reinserción social.

Pero el igualitarismo por decreto, forzado a golpe de policía secreta, contrario a la libertad -libertad, ¿para que?, dijo Lenin-, solo conduce a la ruina moral y material de la sociedad, como ejemplifican la extinta URRS y la actual Cuba. La libertad es consustancial a la especie humana, como también lo es buscar mejorar de forma constante su situación y la de los suyos, y ambas necesidades vitales no son obstáculo a una sociedad sana y próspera sino al contrario, son necesarias para conseguir este objetivo.

Afirmar que buscar la igualdad es ruina, y primar la competencia es prosperidad es, simplemente, mentira. Si algo caracteriza a los países pobres es la descarada riqueza de sus ricos, y esto es un ejemplo de la competencia feroz en su extremo antisocial. Si comparamos países ricos, prefiero el mundo nórdico, prospero, laborioso e igualitario, al modelo americano, también rico pero muy duro para los desfavorecidos.

Obviamente todos los modelos pueden degenerar. Vemos un ejemplo en Estepona.

Un mundo feliz para la izquierda sería el empleo en el Ayuntamiento de Estepona. Empleo asegurado de por vida, buenos sueldos en general, horario laboral reducido, mejoras recogidas en convenio, bajas no penalizadas. El mundo infeliz seria el laboral fuera del Ayuntamiento: miles de parados, sueldos y condiciones laborales a veces penosos, angustia permanente por el puesto de trabajo o por mantener una empresa sin arruinarse. La competencia fuera del paraguas del sector público puede ser muy dura, sobre todo en momentos de crisis.

Pero no nos engañemos, el modelo del Ayuntamiento de Estepona en injusto, y no solo por su pecado original de la ausencia de equidad para ingresar en el Edén, sino también porque es injusto que ciudadanos agobiados tengan que hacer un sobreesfuerzo para costear una institución con un balance entre costes y servicios tan deficiente. También en inviable: es imposible mantener sus gastos.

La izquierda tiene un modelo social amable, y hace bien que en el sector público intente plasmar su modelo, con condiciones laborales lo más satisfactorias posibles. Pero se equivoca cuando no contempla que su modelo social también incluya bienestar para todos, y esto exige responsabilidad y eficiencia en el trabajo, e instrumentos (como un Ayuntamiento) ajustados a la necesidades de la sociedad, no de los políticos.

Pero, sobre todo, si la izquierda pretende redistribuir riqueza para una mayor justicia social solo tiene un dios nítido: el dinero público. Y no debe permitir el sacrilegio, el dinero público es sagrado, y no solo es pecado robar, también lo es ser ineficiente con este bien, y despilfarrar. Mentir también es pecado, don David.

Damián Zamorano Vázquez

Estepona Información. 29.10.2011

lunes, 24 de octubre de 2011

Sanidad pública. ¿Reforma o ruptura?

En mi anterior artículo expuse que nuestra sanidad pública, uno de los pilares del Estado de Bienestar, se caracteriza en que sus prestaciones son casi universales y casi gratuitas, por estar financiada vía impuestos sin ser contributiva, por estar gestionada directamente por el Estado, y –rasgo más definitorio- por ofrecer atención igual a toda la población, independientemente de la situación social del ciudadano. Ofrece además una medicina de alta calidad por disponer de todos los medios necesarios, siendo de destacar los medios humanos, con médicos y enfermeros reclutados entre los estudiantes más brillantes de la sociedad. Además, el coste sanitario es bajo, comparado con otros países, y los niveles de salud de la población son bastante buenos.

Con esta introducción parecería que nuestra idílica sanidad pública tiene una salud de hierro. No es así. Mi previsión es que los próximos años serán muy difíciles. Mi hipótesis es que, por dificultad o por falta de interés, no se realizarán las necesarias reformas del sistema para mantener sus rasgos esenciales, y se producirá una ruptura del sistema sanitario.

Los tres problemas de nuestra sanidad pública son la saturación, la rigidez y la escasez de recursos económicos.

Nuestro sistema está saturado, y las listas de espera para atención médica especializada, pruebas diagnósticas y cirugía, o crecen o se maquillan. Siempre ha sido así, pero los servicios sanitarios han crecido bastante en los últimos años, contentando de forma razonable el voraz crecimiento de la demanda.

El problema fundamental, como bien señala IU, es que se requiere más dinero para la sanidad pública, aunque también se requieren cambios organizativos para optimizar los recursos, y el problema actual es que no hay más dinero para casi nada.

No gobernará el PSOE en un futuro y nos quedaremos sin saber qué medidas tomaría. Desde luego sería peligroso confiar solo en medidas organizativas pues éstas, cuando se ejecutan estando al límite del esfuerzo médicos y enfermeros, solo generan una intrincada burocracia que desvirtúan el acto médico al estar los sanitarios más ocupados en cumplir complejas directrices que en arreglar los problemas de sus pacientes. Quizás tendría que fortalecerse la atención primaria, dándole también capacidad en la gestión económica del sistema y así, de paso, disminuir su rigidez que tanto dificulta el desarrollo de la potencialidad en los profesionales que hay dentro.

Un sistema ya saturado, incapaz de obtener el aumento de recursos económicos que requiere, inevitablemente se ira deteriorando, para desesperación de pacientes, y también de sanitarios, y se incrementará el número de los afectados por el conocido síndrome del “burnout” o de “estar quemado”.

¿Qué hará el PP gobernando con esta papeleta? No lo sé, no lo cuenta en su programa. Intuyo que, además de medidas de puro sentido común, realizará cambios que indignarán a la izquierda. Por ejemplo invitar a la iniciativa privada a colaborar en la prestaciones públicas, para ahorrar costes y permitir inversiones con pago atrasado. También creo que aplicará el co-pago, más para limitar la demanda que para aumentar los ingresos. Pero estas medidas no afectan a lo sustancial del sistema público, el trato igual a todos los ciudadanos.

¿Qué harán las clases medias, el soporte electoral del PP?. Si la sanidad pública se deteriora, protestará y desertará de un sistema público que ya no le ofrece lo que necesita y optará por la medicina privada, como ya hace el 20% de la población, asegurada en compañías privadas. En este contexto de cabreo generalizado, de ciudadanos y sanitarios, un sutil cambio legislativo, por ejemplo bonificar fiscalmente, o permitir un cheque sanitario, crearía de forma inmediata una ruptura del sistema sanitario, estableciendo una atención sanitaria distinta para pudientes y no pudientes, ambas financiadas al menos parcialmente con dinero público.

Damián Zamorano Vázquez

Estepona Información 22.10.2011


domingo, 16 de octubre de 2011

Sanidad pública

Los americanos, como personas, son en general muy buena gente, pero en algunos aspectos son tan diferentes a nosotros que a veces nos desconciertan. Sienten una genuina devoción por sus derechos, su libertad, su autonomía, y creen que la libre iniciativa de las personas, su esfuerzo y responsabilidad, es la base legítima y necesaria para el éxito, tanto del individuo como de la sociedad. Evidentemente también son solidarios, pero a su manera, sin aceptar ni indolentes ni parásitos sociales.

Conversando con un colega americano, él no podía entender que la sanidad en España fuera gratis. ¿Y por qué no también la comida y la vivienda –preguntaba- que son necesidades aún más básicas?.

Para la mayoría de los americanos la atención sanitaria es un problema que debe resolver cada persona según su mejor criterio. Lo habitual es disponer de un seguro sanitario, vinculado al puesto de trabajo, gestionado por entidades privadas, y con cobertura muy variable según la cuantía de la póliza. Muchas personas no pueden disponer de este tipo de seguro, y el estado gasta cuantiosos fondos para seguros públicos, dirigidos a los colectivos desfavorecidos, pobres y ancianos. Con todo, muchos millones de americanos no disponen de ninguna cobertura sanitaria asegurada.

Esta anomalía (millones de parias sanitarios en el país más rico del mundo) ha sido históricamente denunciada por el partido demócrata, lo más parecido a la izquierda europea. Clinton fracasó en su intento de reforma, y está por ver si Obama consigue el objetivo final de los demócratas, que todos los americanos sin recursos dispongan de asistencia sanitaria. El cualquier caso el modelo final sería muy distinto del español. La inmensa mayoría de la población seguiría con sus seguros privados, pues bajo ningún concepto la población acepta desaparezcan estos, y solo los desprotegidos serían atendidos a cargo del Estado. Habría seguro universal para los pobres, pero las clases medias y altas, y gran parte de la clase trabajadora, seguirán al margen de la sanidad publica. Confían más en su sanidad privada.

El sistema sanitario americano es caro e insolidario, pero también hay que reconocer que los mejores hospitales y centros de investigación del mundo están en Estados Unidos, y que si no se impone un sistema como el español es simplemente porque una abrumadora mayoría de población no lo desea, lo repudia como liberticida.

En España en pleno franquismo el sistema sanitario era similar al americano actual, solo que más cutre, como correspondía a un país mucho mas pobre, tanto en lo económico como en los social y educativo. Los trabajadores pagaban un seguro obligatorio de enfermad que, a diferencia de en EEUU, era gestionado directamente por el Estado y sus funcionarios. Existía también la beneficencia, con el correspondiente carnet oficial de pobre, gestionado por ayuntamientos y diputaciones. El resto de la población se las apañaba como podía, y en numerosos casos la enfermedad suponía la ruina para la familia, bien por la pérdida de ingresos cuando afectaba al cabeza de familia, bien por lo costoso de los tratamientos, sobre todo cuando se requería cirugía.

Tras la democracia se optó por la equiparación con la Europa social-demócrata, también en sanidad, y cambio radicalmente el sistema. Nuestra sanidad pública actual es casi universal, casi gratuita (en la prestación del servicio), financiada vía impuestos, gestionada directamente por el Estado, y con prestaciones muy extensas y de alta calidad. Además, y este es el rasgo mas crucial, la atención es igual para toda la población, independiente de los ingresos o situación social del ciudadano.

Podemos sentirnos orgullosos de lo conseguido, pero nuestra sanidad pública tiene muchos problemas, y estos se acentuarán con los recortes obligados por la crisis económica. El sistema, o se reforma, o terminará destruido en manos de los ciudadanos descontentos. De esto tratará mi próximo articulo

Damián Zamorano Vázquez

Estepona Información. 15.10.2011

lunes, 10 de octubre de 2011

Okupas

Imagina que vives desde siempre en una hermosa casa. No es de tu propiedad, pero casi, y por eso es tu casa. La casa es hermosa y antigua, tiene más de 100 años. En tantos años de existencia ha tenido momentos mejores y peores, pero tras profundas reformas realizadas en los años 70 la casa ha lucido imponente, siendo a partes iguales alabada por unos y denostada por otros, como corresponde a cualquier casa importante y con personalidad propia.

Imagine que un día llegas tras el trabajo a tu casa y te encuentras que está ocupada por unos individuos que, o bien te impiden la entrada, o bien te exigen alojarte en el húmedo sótano, y eso siempre que al okupa jefe le parezca bien. ¿Cómo reaccionarías, con indignación o con resignación?

La casa a la que refiero es el PSOE, que ha sido en gran parte tomada por okupas que ha expulsado o ninguneado a los inquilinos naturales del edificio.

El ejemplo más claro de ocupación a las malas ha ocurrido en el PSOE de Estepona. Se disolvió la agrupación local, la casa, con la excusa de reparar desperfectos, pero se invitó a los desalojados a volver una finalizada la obra. Al cabo de un tiempo se ha vuelto a abrir la agrupación local, pero como propiedad particular de un tal David Valadez que, erigido en okupa jefe, ha ejercido a pies juntillas el derecho de pernada (segunda acepción de la RAE) auto-concedido, decidiendo los usos y disfrutes del local que ha tomado y mancillado.

Curiosamente la reacción de los socialistas desalojados no ha sido de indignación sino de resignación. La indignación moviliza mente y músculo, y es condición necesaria para luchar contra los okupas y reconquistar la casa. La resignación es una mortífera reacción que precede a la perdida de todo, bienes y derechos, a la victoria del malo. Como en la fábula de zorro y las uvas, algunos socialistas justifican su resignación: total la casa estaba en ruinas, con goteras, y tenía aluminosis, mejor me mudo de casa.

Pero esta ocupación bastarda del PSOE no solo ocurre en Estepona, es un fenómeno que amenaza a todo el partido. Intentaré explicarme.

El PSOE alcanzó su mayor afiliación a inicios de los años 80. Aunque se coló algún sinvergüenza, la mayoría de los militantes o simpatizantes más comprometidos eran personas bienintencionadas, bien adaptados a sus actividades profesionales, con inquietudes sociales, con un proyecto de homologar España al modelo socialdemócrata imperante en Europa. Con el tiempo la mayoría de estas personas abandonaron la militancia, quedando en el PSOE algunos nostálgicos y sobre todo los que merced a su afiliación hicieron de la política su profesión, o bien obtuvieron su empleo gracias al generoso incremento del sector público, y con frecuencia gracias a la generosidad de sus padrinos. Y a partir de entonces el PSOE no se renovó con gente normalita, simplemente entraron más y más militantes procedentes de las juventudes, algunos muy dignos, otros simples sujetos sin ideología propia que, dominando el arte de combinar servilismo con zancadillas, lograron pasar directamente del fracaso escolar al coche oficial.

Y en esas estamos. El PSOE okupado por personas que para nada pueden sintonizar con la ciudadanía de centro-izquierda, por ejemplo los señores Heredia y Conejo, que andan ultimando la destrucción del partido. Pronto Griñán y Rubalcaba alcanzarán el estatus de Felipe González, y serán dos nuevos abuelos cebolletas retirados, que así los llamarán, y los okupas tomarán el mando definitivo de lo que quede del PSOE.

En breve triunfará la derecha, con un poder institucional nunca soñado, y esto hará más necesaria que nunca la renovación de la izquierda, y ocurrirá. La duda es qué hacer con la casa okupada: el PSOE. Muchos buscarán una nueva casa, pero una izquierda dividida siempre será vencida. Veo mejor seguir el ejemplo de Jesucristo, hacer un azote con cuerdas y expulsar a los okupas, como Él hizo en el Templo de Jerusalén. Indignarse, no resignarse.

Damián Zamorano Vázquez

Estepona Información. 10.10.2011

lunes, 3 de octubre de 2011

Educación pública

Hace poco dijo Elena Salgado, nuestra ministra de economía, que España era un país de una inmensa clase media. Depende de cómo se mire. Si el criterio de clasificación son los ingresos económicos, en España predomina la clase trabajadora, con escasa capacidad para hacer gastos mas allá de lo básico. Sería el caso de un celador, con ingresos más reducidos que un médico del mismo hospital, éste genuino representante de la clase media.

Pero si definimos la clase media como una clase dinámica, deseosa en todo momento de mejorar su prosperidad y sobre todo el futuro de sus hijos, entonces efectivamente España es un país de una inmensa clase media, estando solo excluidos en los extremos los verdaderamente ricos y los marginados.

Si lo que define a la clase media es su deseo de mejora social, la principal herramienta para conseguir tal fin es obtener la mejor educación posible. Este aspecto revolucionario de la educación, destructor de los rígidos compartimentos sociales imperantes por siglos, ya fue advertido por un franquista convencido, que argumentaba como principal fallo de la Republica del 31 el haber permitido estudiar a los hijos de los rojos. El aspecto liberador de la educación fue correctamente contemplado -desde una óptica católica y casi feminista- por Antonia Guerrero Díaz que testamentó que sus bienes (parte de la Herencia Nadal) serían para “costear los estudios de las mujeres pobres de Estepona, dando preferencia a las carreras de leyes y filosofía y letras”. Es una pena que no se haya respetado la letra y el espíritu del testamento, fácil de conseguir con una programa de becas adecuado, y todo terminara en pura especulación para beneficio exclusivo de obispos, banqueros, políticos y constructores.

A mi entender, la educación pública es el pilar más importante del Estado de Bienestar, pues es el único que puede permitir un mejor futuro para todos, sean hijos de la clase media, de la clase trabajadora, o incluso hijos de marginados sociales. La Sanidad, la ayuda al desempleado y al dependiente, son también pilares imprescindible del Estado de Bienestar, pero simplemente cubren contingencias indeseables sin crear nada nuevo. La educación pública sí crea algo nuevo, un futuro mejor para el individuo y la sociedad, y como tal no es solo un servicio necesario por pura justicia social, sino la mejor inversión posible de una sociedad lúcida.

En este contexto no puedo aceptar los comportamientos de la dirigente mas neoliberal del PP, Esperanza Aguirre, presidenta de la comunidad de Madrid. Por un lado reduce los gastos en educación publica, siendo casi menos importante el obligar a los docentes a aumentar el numero de horas lectivas, y de mucho mayor peligro la congelación de la plantilla de profesores, taponando el acceso a una generación de jóvenes profesionales específicamente formados para ser docentes. Por otro lado se le escapa la ocurrencia de reflexionar que se pague por la educación no obligatoria, es decir, por el bachillerato, la formación profesional y la enseñanza universitaria.

La educación publica funciona bien en España, con sus problemas. Hay que mejorar la calidad, cuestión de dinero y organización. Hay que mejorar la disciplina y reducir el fracaso escolar, cuestión de educar a padres maleducados o marginados. Hay que potenciar la formación profesional, prestigiando el dominio de un oficio, pero sin olvidar el conocimiento de humanidades. Pero cualquier deterioro de la enseñanza pública sería el fin definitivo del sueño de una inmensa clase media. Si hay que pagar por la enseñanza no obligatoria los hijos de la clase trabajadora pertenecerán siempre a la misma clase, salvo unos pocos intelectualmente privilegiados que podrán optar a becas.

Espero que el PP no olvide el importante componente de cohesión y progreso social de la educación pública. Sabremos si gobernaran los halcones o los centristas del PP por su gestos en materia de educación.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 2.10.2011