lunes, 24 de octubre de 2011

Sanidad pública. ¿Reforma o ruptura?

En mi anterior artículo expuse que nuestra sanidad pública, uno de los pilares del Estado de Bienestar, se caracteriza en que sus prestaciones son casi universales y casi gratuitas, por estar financiada vía impuestos sin ser contributiva, por estar gestionada directamente por el Estado, y –rasgo más definitorio- por ofrecer atención igual a toda la población, independientemente de la situación social del ciudadano. Ofrece además una medicina de alta calidad por disponer de todos los medios necesarios, siendo de destacar los medios humanos, con médicos y enfermeros reclutados entre los estudiantes más brillantes de la sociedad. Además, el coste sanitario es bajo, comparado con otros países, y los niveles de salud de la población son bastante buenos.

Con esta introducción parecería que nuestra idílica sanidad pública tiene una salud de hierro. No es así. Mi previsión es que los próximos años serán muy difíciles. Mi hipótesis es que, por dificultad o por falta de interés, no se realizarán las necesarias reformas del sistema para mantener sus rasgos esenciales, y se producirá una ruptura del sistema sanitario.

Los tres problemas de nuestra sanidad pública son la saturación, la rigidez y la escasez de recursos económicos.

Nuestro sistema está saturado, y las listas de espera para atención médica especializada, pruebas diagnósticas y cirugía, o crecen o se maquillan. Siempre ha sido así, pero los servicios sanitarios han crecido bastante en los últimos años, contentando de forma razonable el voraz crecimiento de la demanda.

El problema fundamental, como bien señala IU, es que se requiere más dinero para la sanidad pública, aunque también se requieren cambios organizativos para optimizar los recursos, y el problema actual es que no hay más dinero para casi nada.

No gobernará el PSOE en un futuro y nos quedaremos sin saber qué medidas tomaría. Desde luego sería peligroso confiar solo en medidas organizativas pues éstas, cuando se ejecutan estando al límite del esfuerzo médicos y enfermeros, solo generan una intrincada burocracia que desvirtúan el acto médico al estar los sanitarios más ocupados en cumplir complejas directrices que en arreglar los problemas de sus pacientes. Quizás tendría que fortalecerse la atención primaria, dándole también capacidad en la gestión económica del sistema y así, de paso, disminuir su rigidez que tanto dificulta el desarrollo de la potencialidad en los profesionales que hay dentro.

Un sistema ya saturado, incapaz de obtener el aumento de recursos económicos que requiere, inevitablemente se ira deteriorando, para desesperación de pacientes, y también de sanitarios, y se incrementará el número de los afectados por el conocido síndrome del “burnout” o de “estar quemado”.

¿Qué hará el PP gobernando con esta papeleta? No lo sé, no lo cuenta en su programa. Intuyo que, además de medidas de puro sentido común, realizará cambios que indignarán a la izquierda. Por ejemplo invitar a la iniciativa privada a colaborar en la prestaciones públicas, para ahorrar costes y permitir inversiones con pago atrasado. También creo que aplicará el co-pago, más para limitar la demanda que para aumentar los ingresos. Pero estas medidas no afectan a lo sustancial del sistema público, el trato igual a todos los ciudadanos.

¿Qué harán las clases medias, el soporte electoral del PP?. Si la sanidad pública se deteriora, protestará y desertará de un sistema público que ya no le ofrece lo que necesita y optará por la medicina privada, como ya hace el 20% de la población, asegurada en compañías privadas. En este contexto de cabreo generalizado, de ciudadanos y sanitarios, un sutil cambio legislativo, por ejemplo bonificar fiscalmente, o permitir un cheque sanitario, crearía de forma inmediata una ruptura del sistema sanitario, estableciendo una atención sanitaria distinta para pudientes y no pudientes, ambas financiadas al menos parcialmente con dinero público.

Damián Zamorano Vázquez

Estepona Información 22.10.2011


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