viernes, 14 de agosto de 2009

Frases de Azaña. 1

Diarios 1932-1933 (pag. 348): “El régimen no se envilecería solo ni principalmente por la corrupción de una o más personas eminentes, sino por la laxitud moral que, sin cometer delito, desvirtúa los motivos y tuerce la línea de conducta. Es la flojera que arranca del animo la necesidad imperiosa de que las cosas estén bien y de que las acciones respondan al fin publico que se proclama”

En los múltiples casos de corrupción denunciado en España, y hablando sobre todo de los Ayuntamientos -donde la corrupción va de la mano de la especulación inmobiliaria- los partidos políticos, sobre todo el PSOE, imponen ante cualquier acción judicial un implacable “cerco sanitario”. Lo importante es saber si se robó o no, y ya dentro de años lo decidirá la justicia, y mientras tanto se expulsa o dimite del partido al acusado. Probablemente es una línea de actuación correcta, aunque a veces injusta, según las formas, con los que finalmente son declarados inoentes.
Pero lo que es raro es que estos partidos, de reflejos tan rápidos con los señalados, no entren en el fondo del tema, en la laxitud moral denunciada por Azaña. Es muy raro que cuatro personas puedan robar en un Ayuntamiento si no hay laxitud en todo el entorno. Clientelismo, trafico soterrado de influencias, trato demasiado amigable con constructores, proveedores y beneficiarios de concesiones es común en los lugares donde aflora la corrupción pura y dura. La aceptación de patrocinios y donaciones de estos mismos a los Ayuntamiento, aun legal, siempre genera la duda de si en algunos casos se roza la extorsión o es una transacción económica con contrapartida inconfesable. Además, con este movimiento de dinero escasamente fiscalizado es mas fácil quede parte de él en el bolsillo de los intermediarios.
Pero laxitud no es solo lo relacionable con el entorno de la corrupción. También laxitud moral penable es el reparto no disimulado de puesto de trabajo entre los militantes y simpatizantes de los partidos que toman el poder municipal, saltándose los principios de contratación en base a igualdad, capacidad y merito, y siguiendo de forma no gloriosa la antigua practica española del enchufismo.
También, como denuncia Azaña, es laxitud moral la dejadez en el ejercido de sus funciones de muchos políticos, que contagia de inmediato a sus funcionarios, si no venían ya enfermos de pasotismo. Gestiones desastrosas importan poco al responsable, total ellos no pagan, pagan los ciudadanos a través de impuestos.
El pinchazo de la burbuja inmobiliaria ha dejado al descubierto la dejadez en la gestión municipal, estando la mayoría de los Ayuntamientos con unas deudas impresionantes, unas plantillas excesivas y poco productivas, y ha desvelado estos y otros muchos comportamientos que “no respondían al bien publico que se proclamaba”.
Con horror leo un comentario editorial sobre el problema de financiación local, en el que parece que la solución es apretar mas en los impuestos, sobre todo el IBI, cuando a mi criterio la solución es apretar a los políticos a realizar una gestión no solo honrada, que ya es importante, sino también austera y eficiente, y que esta se mantenga para siempre, con o sin bonanza económica. La mayoría de la población española es o mileurista, o parada, o pensionista, o hipotecada de por vida por los bancos; subirles los impuestos sin antes racionalizar el gasto de la administración local no “debe” hacerse, pero es que me temo que tampoco”puede” hacerse dado lo exiguo de las rentas disponible por la mayoría de la población. Ni se debe ni se puede seguir viviendo por encima de las posibilidades, tampoco en la administración local.

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