viernes, 19 de noviembre de 2010

La codicia

Roger Casement es el protagonista de la última novela de Mario Vargas Llosa: “El sueño del celta”. En su primera parte trata de la brutal explotación de la población del Congo por su graciosa majestad, el rey católico Leopoldo II de Bélgica. Tal como Roger comprobó el problema es la codicia, esa cualidad específica del ser humano que le hace enfermar por ansiedad de riquezas o poder.

La codicia sólo tiene un antídoto, una sociedad civil sana y ética que impida la acción del codicioso o la castigue. Si la sociedad esta enferma, por ejemplo la Europa colonial, la explotación del hombre por el hombre es inevitable.

En todo acto de codicia existe:
1. Un oscuro motivo del deseo: en el caso que nos ocupa el caucho y el marfil.
2. Unos beneficiados: las clases dirigentes de los países coloniales, con el rey belga a la cabeza de los ladrones.
3. Unas víctimas: los indígenas, diezmados y sometidos a una esclavitud -camuflada de legal por abogados- indigna. También fueron víctimas las mismas fuerzas coloniales, embrutecidas por el brutalismo que practicaban, y el medio ambiente africano, iniciándose su destrucción, que aun continua.
4. Una excusa: el comercio, y la civilización y cristianización de los nativos.
5. Unas mentiras: las que impedían a la sociedad bienpensante conocer la verdad. En aquella época ya existía una prensa a sueldo del poderoso.

Este esquema de la codicia se repite siempre. Observemos la Costa del Sol. Las plusvalías de la especulación urbanística eran el objeto del perverso deseo. Beneficiados los bancos, propietarios de melonares y constructores, participando en el botín -en calidad de corruptos o intermediarios- políticos, abogados y funcionarios. Víctimas los particulares, que compraban pisos a precios desorbitados. La excusa era el progreso económico. Sobraban las mentiras para dulcificar el latrocinio, todos sabían que la Costa del Sol era un nido de especuladores.
Un problema añadido en nuestra codicia local es que no sólo trincaron lo existente, también robaron el futuro, y aquí estamos con unas deudas inmensas generadas por los codiciosos, que pagaremos todos por muchos años.

También es codicia la actitud de todos los partidos políticos, que utilizan la toma del poder para el benéfico material propio. La derecha favorece que se enriquezcan sus padrinos. La izquierda se contenta al menos con colocar en organismos públicos a sus militantes. La factura la pagan los ciudadanos vía impuestos o carestía.

También es codicia de poder ser alcalde de Estepona inculcando de forma sistemática la ética y la verdad, defendiendo la injusta prebenda conseguida a base de demagógicas actuaciones, siendo en este caso la victima real, no los examinados por la justicia –que ese es otro problema- sino la población de Estepona, que ha sufrido la peor gestión posible en lo económico, lo social y lo moral por el codicioso alcalde actual, David Valadez.

Dios -o la Naturaleza- fueron sabios, no permitiendo la inmortalidad del ser humano. Si las desgraciadas victimas del Congo, colonizadores y colonizados, hubieran sido inmortales, el mundo de hoy sería un mundo de canallas o tullidos. Afortunadamente los protagonistas murieron, y nacieron hijos, seres nuevos. Las nuevas generaciones pueden continuar la barbarie si se educan en el mismo medio, o pueden regenerar toda una sociedad. Australia se colonizó a partir de presos comunes, la escoria, pero sus descendiente han creado un estado prospero y moral.

Esta reflexión podría aplicarse a Estepona. A nivel individual no exigiría ningún veto a los protagonistas de nuestro actual desastre, no soy nadie para tal dictamen, pero si pediría que nuevas generaciones se aplicaran a la política y gestión publica, pero a la manera australiana, no a la manera africana, en la que una cruel colonización fue asimilada por las elites de los nativos para continuar la brutalidad, la codicia y la corrupción en la gestión de sus países, una vez, en teoría, libres.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 20.1.2010

1 comentario:

  1. Acertado análisis, uno más, de Damian Zamorano. Ojalá más de uno lo leyera, se aplicara el cuento y aprendiera sobre la nueva forma de hacer política que propugna este genial analista.
    Nunca es tarde para que algunos aprendan.

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