sábado, 15 de enero de 2011

Malos humos. Mala leche

De entrada aplaudo la nueva ley antitabaco que prohíbe –con escasas excepciones- fumar en lugares públicos cerrados. No obstante me gustaría hacer algunas precisiones.

La ley parte de dos filosofías. La primera es la de salvaguardar escrupulosamente los derechos de quienes no fuman. No sólo hablo de las molestias que les provoca el humo del tabaco, sino también del perjuicio para la salud que sufren de forma involuntaria los fumadores pasivos. La anterior ley no se cumplía, y para un no fumador era difícil encontrar un bar libre de humos para tomar un desayuno con su hijo pequeño. La actual ley es bastante clara al respecto y conseguirá evitar tantos lugares vedados a los no fumadores. Al final todos agradecerán que cualquier lugar público tenga el aire limpio, como es norma en los países occidentales avanzados.

La segunda filosofía de la ley antitabaco, la que no se cuenta, es directamente fastidiar a los fumadores. Este acoso provocará en los fumadores cabreo y sensación de estar proscritos, y no son precisamente ciudadanos llenos de mala leche los pilares de una sociedad amigable. Los motivos para fastidiar al fumador son piadosos, evitarles el perjuicio de su hábito (o mejor, de su adicción), pero una sociedad que valora la libertad individual no puede sin más coartar la libertad del fumador, siempre que cumpla escrupulosamente la norma de no ahumar a su vecino. La mayoría de los fumadores que conozco han intentado mas de una vez dejar de fumar. De los que persisten en el vicio la mitad han decidido seguir fumando porque les gusta, y la otra mitad lo hacen porque no pueden dejarlo, la adicción puede más que la razón. Intentemos que se convenzan de dejar de fumar, pero por otra parte dejémoslo en paz mientras no molesten.

Veamos ejemplos de cómo fastidiar a los fumadores.

En los aeropuertos en general no se puede fumar, y allí las personas pasan horas, o días, si los controladores, el tiempo o los volcanes se enfadan. Pero hay una solución muy fácil para que puedan hacerlo sin molestar: abrir espacios al exterior, como tiene el aeropuerto de Barcelona. En Nueva York había un espacio similar pero lo cerraron. En Málaga y Madrid imposible fumar, no se contemplan terrazas al exterior. En el aeropuerto de San José de Costa Rica se prohibió fumar, y todas las esquinas estaban llenas de colillas; hicieron un bar abierto al exterior, desaparecieron las colillas, y el bar esta repleto, entre otros motivos porque hacen muy bien el coctel Margarita.

En bares y restaurantes no contemplo la posibilidad de habilitar espacios cerrados para fumadores, pues quedarán perjudicados: los camareros. En Dinamarca vi campanas extractoras en algunos bares bajo las cuales se podía fumar, pero es una chapuza. La solución para no fastidiar a los fumadores es habilitar terrazas con los artilugios necesarios para resguardarles del frío y la lluvia.

Anecdótica es la prohibición de fumar a la entrada de los hospitales. Imagino será por evitar la mala imagen de una multitud agolpada en las puertas alrededor de gigantescos ceniceros rebosantes de colillas. Esta multitud esta formada por visitantes (ropa de calle), personal sanitario (bata o pijama) y pacientes (pijama y suero). Ahora se trasladarán al exterior del recinto hospitalario donde ampliarán la mala imagen. En hospitales como el Clínico de Málaga cambiar de fumadero sólo requiere trasladarse veinte metros, pero en grandes recintos hospitalarios la procesión parecerá el peregrinaje al Rocío. Sería más útil para evitar la mala imagen buscar un lugar exterior discreto habilitado para fumar.

En muchos hoteles del mundo no se puede fumar, ni en las habitaciones. La solución más ingeniosa la vi en Boston, el hotel tenia en cada planta una terracita habilitada para fumar.

Creo que debe mantenerse la ley antitabaco pues nadie que no lo desea debe someterse al humo del tabaco, pero deben de arbitrarse medidas para no fastidiar sin motivo al fumador.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 15.1.2011

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