sábado, 13 de junio de 2009

Una habitación propia

VIRGINIA Woolf habló en una conferencia de la importancia de tener una habitación propia, y fue un icono para el feminismo. Lo que la autora señaló es que la independencia económica,' tener 'una habitación propia' era lo que permitiría a la mujer una igualdad efectiva. La sirviente de Virginia Woolfvivía en su casa y tenía también una habitación, pero no era propia, era de su empleadora, como bien le fue recordado al ser despedida.
Lo primero que necesita la gente es calmar sus necesidades, tener una habitación, y en un paso posterior le gustaría disponer de la suficiente libertad para considerarla como propia. Es lo que han señalado los teóricos de la postmodernidad, por ejemplo Vattimo.
De la habitación que hablo es de la sanidad pública. Lo primero es tener habitación, y se ha conseguido. La totalidad de la población española tiene a su disposición servicios sanitarios de calidad, casi gratuitos en la prestación, y esto es un logro social impresionante. Y además el sistema resulta barato, comparado con otros que descansan en el mercado, cumple con la norma de la equidad, y los indicadores de salud indican que es eficaz. Todo perfecto.
Pero la pregunta es: ¿esta habitación, esta necesidad, es también por sus logros la habitación propia y confortable que al final, antes o después, será solicitada?. Opino que no. Lo usuarios de esta habitación compartida, que pretendemos sea nuestra habitación propia, son sanitarios (para simplificar hablaré de médicos) y pacientes
¿Están contentos los médicos?. No, el grado de insatisfacción es enorme, como señalan los que estudian estas cosas y como se constata visitando los centros sanitarios. Y no hablo de descontento en el salario, es un descontento más profundo, el de multitud de actos inútiles, de exceso de pacientes a atender en una jornada, de falta de resolución cuando un problema clínico se eterniza por listas de espera a todos los niveles, de descontento por ser el frontón sobre el que descargan su enfado pacientes justamente molestos, cuando ellos no son responsables de los defectos en el funcionamiento
¿Están contentos los pacientes?. Las estadísticas parecen decir que si. Las estadísticas mienten, o quizás no mienten, quizás solo cuentan lo que quiere que se cuente. Un paciente con un infarto al que en tiempo récord se le ha implantado un 'stent' coronario y salvado su vida y porvenir, está inmensamente contento, y tiene motivo. Pero un paciente que acude a su médico de atención primaria para ser más saludado que atendido por falta de tiempo, que soporta una espera más que prolongada para ser atendido por un especialista, y a partir de ahí más espera para pruebas complementarias o cirugía, un paciente que tiene que decir 'si, Buana' a un médico prepotente que por desgracia le ha tocado, porque así está establecido, o conformarse con el diagnóstico de un médico ignorante porque así le ha tocado, este paciente no está muy contento, Tiene su habitación, pero no es su habitación propia.
Un reciente articulo en SUR formulaba duras palabras contra los amigos pródigos, que supuestamente pasaban del sistema privado al público cuando la mama del primero dejó de dar leche, cosa que por cierto no ha ocurrido. Todo lo centraba en esto, en mamar en la mejor teta. Quizás podría pensar el autor de tal artículo si la leche del sistema público es tan agradable como intenta venderla. A ningún médico le gusta probarla cuando está agria, y en muchos casos la de la sanidad pública lo es, pues sus componentes son con demasiada frecuencia muchos enfermos en poco tiempo, deshumanización, e imposibilidad de resolver correctamente casos complejos, pues entre la demora que sufre el paciente para ver a ese médico si es especialista, la de las pruebas complementarias, la demora en las necesarias interconsultas, y en todo, muchas veces la actividad asistencial supone una desmoralización total, nada que ver con lo económico
Se ha teorizado mucho sobre quién es el enemigo de lo público. Son muchos, internos y externos, inocentes e interesados, pero a mi entender el mayor enemigo de lo público es que el que dentro del sistema y conociéndolo cierra los ojos a sus deficiencias y justifica todo para no caer en las garras indignas del oponente.
Todos deberíamos reflexionar si vamos a seguir permitiendo que la habitación común de médicos y pacientes, la consulta o el quirófano, sea solo una habitación necesaria, pero hostil, o podemos mejorar convirtiendo esta habitación común en algo apetecible, en una habitación propia. Defender un sistema sanitario público universal, con equidad, eficiente y casi gratuito probablemente nos une a todos. Taparse los ojos ante la realidad cotidiana de la prestación, de los fallos del 'vis a vis' paciente-medico, es lo propio del que todavía no se ha enterado en pleno siglo XXI de que la mejor defensa de la libertad no es imponer los criterios propios.
¿Reflexionamos en común querido amigo, o seguimos con el juego de las palabras huecas y la defensa del interés propio camuflado por el interés de lo público?


DAMIÁN ZAMORANO VÁZQUEZ
Publicado en Diario Sur el 18.04.2009

Contestación a un articulo publicado por Federico Soriguer: “Carta a un amigo pródigo

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