sábado, 1 de mayo de 2010

Turismo gastronómico

Soy un gran aficionado a la gastronomía y, como consecuencia, me gusta cocinar, siendo ésta a veces la única opción de saborear buenos platos a un precio asequible. Realmente el arte de la cocina es un arte mayor, es la sublime transformación de unos productos, más o menos vistosos, de mayor o menor calidad, pero generalmente incomibles en crudo, en unos platos que son unas sinfonía de sabores que agradan desde la primera experiencia, y sobre todo cuando nuestro paladar está acostumbrado al plato en cuestión, y esta costumbre generalmente se adquiere en la infancia, en la cocina materna. Nuestras madres y abuelas eran grandes cocineras, y lograban incluso con ajustados presupuestos que las comidas en familia fueran agradables acontecimientos a celebrar día a día en el hogar. La generación actual esta demasiada presionada por las prisas, y su corolario, la comida rápida. Mi actividad profesional, que me obliga a preguntar a los pacientes qué comen, me confirma que se está perdiendo una de nuestras señas de identidad: la gastronomía popular.

Estepona vive del turismo, tanto del estacional como del residencial, siendo el ladrillo la consecuencia del turismo. Tenemos buenas comunicaciones –mejorables- y sol y playa, pero ambos no aseguran la continuidad del turismo, ni en cantidad ni en calidad, hay ofertas turísticas alternativas en muchos países que pueden hacernos daño, y sol y playa sólo pueden ser un simple reclamo para un turismo poco rentable, de alpargata y borrachera.

Hay que potenciar el turismo de calidad y eso implica, entre otros, la conservación del medio ambiente, la calidad hotelera, los puertos deportivos, el golf, la posibilidad de turismo cultural, paisajístico y monumental (con lugares míticos bien cercanos) y, como no, en turismo gastronómico.

A todos nos gustaría pasar unas vacaciones en Galicia o Asturias. Allí no hay sol, hay lluvia, pero si hay buenos paisajes y, sobre todo, una oferta gastronómica impresionante. En Estepona también se come muy bien, aunque a veces caro. Cuando por motivos profesionales tengo que agasajar a un invitado foráneo mi receta es infalible, un buen restaurante de pescado, con buenas frituras, me permiten el éxito seguro. Además, en Estepona o en el trayecto a pueblos cercanos, hay restaurantes especializados en la cocina de cualquier país, una autentico lujo para turistas y residentes.

Potenciar la oferta gastronómica de Estepona me parece importante, y es responsabilidad de los profesionales de la restauración ofrecer calidad a buen precio, nunca engañar al turista. Durante unos años tenía que almorzar un día a la semana en el centro de Torremolinos. La comida para los turistas era insufrible, terminé comiendo donde lo hacían los albañiles: infinitamente mejor,

Pero las autoridades deberían también implicarse en potenciar el turismo gastronómico, pero con criterio. El verano pasado se realizó en el paseo marítimo una muestra de cocina alemana. Mucho público, pero la comida era lamentable, y sólo se salvaba la cerveza, que únicamente requiere ser servida, no elaborada. Los restaurantes de Estepona protestaron por la competencia, pero más que protestar deberían buscar la fórmula de integrarse en muestras gastronómicas de este tipo, pues tales ofertas suponen un buen reclamo para que el turista desperdigado en el extrarradio acuda al centro urbano, sobre todo si se orienta la oferta al deseo de estos turistas, que no sólo desean conocer la gastronomía local sino también tener un cierto encuentro con cocina internacional, o incluso de su propio país.

Ideas hay muchas, pero estoy seguro que unas jornadas de tapas andaluzas o, por ejemplo, una muestra gastronómica mixta de cocina de carne argentina y pescado andaluz, seguida de un buen espectáculo de salsa, llenaría Estepona de turistas. En esto eventos no se gastaría dinero público, se recaudaría, pero hacen falta gobernantes que trabajen y estimulen la iniciativa privada.

Damián Zamorano Vázquez

Estepona Información. 1.5.2010

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