sábado, 16 de octubre de 2010

La policía

Cuando regreso a España desde un país “raro”, una de mis mayores alegrías es ver a la policía en el control de pasaportes; me aportan la sensación de que por fin estoy seguro, y que conste que no pensaba esto en la juventud, cuando corría delante de los grises.

Como médico, atiendo a pacientes de compañías de seguros médicos privadas, y tengo bastante contacto con policías y militares, los cuales, dado que pueden escoger, prefieren de forma masiva estos seguros al régimen asistencial propio de la Seguridad Social. A los militares les observo profesionalidad, imagino que por un efecto beneficioso del ingreso de España en la OTAN. Pero mis preferidos, como pacientes, son los guardias civiles, un ejemplo de respeto al medico y disciplina al seguir el tratamiento. Es lamentable que unos profesionales tan valiosos soporten unas condiciones laborales bien injustas. Algún día habrá que poner fin a este despropósito.

Pero los policías, al igual que jueces, inspectores de hacienda y proctólogos, tienen un poder coercitivo que, cuando está mal usado, supone una dura amenaza contra el ciudadano particular y contra el sistema democrático. Esto obliga a que la policía sólo pueda actuar correctamente dentro de un sistema jerárquico y disciplinado ajeno a los avatares políticos.ç

A la policía se le exige, entre otras cosas:

1. Honestidad. Por el grado de corrupción policial puede distinguirse un país maduro de una dictadura o de una republica bananera. En los casos más graves, México o en lugares de Italia donde domina la mafia, la delincuencia corrompe todos los poderes (policías, jueces, políticos) y hace inviable un estado democrático. La lucha contra la corrupción practicada por policías, de forma aislada o en grupos, es una constante en las preocupaciones diarias de los mandos policiales y responsables políticos.

2. Eficacia. La mayor eficacia es la prevención del delito y a continuación, cuando este ha ocurrido, el esclarecer los hechos y enviar a los delincuentes a la justicia con el mayor numero de pruebas posibles. Pero esta eficacia debe conseguirse dentro del respeto a las leyes y las normas, pues así lo marca la constitución y así lo entienden los que finalmente deciden, los jueces.

3. Amabilidad con el ciudadano, al que sirve, incluso aunque sea sospechoso de algo ilícito. No es lo mismo recibir una multa de tráfico de un policía prepotente que de uno amable, aunque la cuantía de la sanción sea la misma.

Se me ocurre aplicar estas reflexiones al caso Astapa.

No puedo dudar de la honradez de la policía española, independiente de que existan garbanzos negros. Como tal interpreto la acusación de corrupto al jefe de la policía judicial como una treta del abogado defensor en el caso Malaya, y la petición de su cese por el PP como una venganza por el caso Gürtel. Quiero creer que tras la triste experiencia de Roldan como corrupto jefe de la Guardia Civil, estos altos niveles de mando están sometidos a rigurosos controles.

En las detenciones del caso Astapa la policía intervino con profusión de medios y ausencia de amabilidad. Es más, su objetivo fue humillar desde el primer día a los sospechosos, exhibiendo sus trofeos bien esposados a la prensa, cual si fueran fieras de circo.

En cuanto a la eficacia policial en Astapa se trata de un asunto muy lamentable. De lo que conocemos del sumario la policía no investigó los hechos denunciados por Valadez y Cristina, simplemente los dio por ciertos y se dedicó a elaborar unos informe repletos de falsedades, y a hacer una interpretación kafkiana de las escuchas telefónicas. Es posible que en Astapa se esclarezcan algunos delitos, pero incluso en este caso habrá, en su momento, que recordar a la policía que actuar con negligencia es contrario al estado de derecho, que esclarecer la verdad material de los hechos exige medida y ecuanimidad, y que hay métodos mas finos de atrapar a los delincuentes que entrando como un elefante ciego en una cacharrería.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información, 16.10.2010

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