domingo, 23 de junio de 2013

Aire fresco, también en sanidad

Cada vez tengo más claro que las naciones son prósperas si sus ciudadanos son personas responsables en su vida y en su trabajo, y los poderes públicos se dedican a potenciar las actitudes cívicas individuales y colectivas, y no a sustituir estas energías virtuosas por el arbitrismo ignorante, cuando no por el corporativismo o directamente la corrupción.

Si lo importante es la materia prima debemos estar esperanzados con el futuro de la sanidad en España, porque la materia prima es inmejorable: médicos y enfermeros se nutren de las elites escolares, dada las muy altas notas que se requieren para su ingreso en la universidad; el sistema MIR en un optimo invento para asegurar la capacitación profesional de los médicos; por ultimo, los profesionales sanitarios se caracterizan por su alta motivación vocacional, y como ejemplo su enfado contra el posible deterioro de la sanidad pública, entendiendo que esta puede terminar siendo el ultimo reducto de ampare a tantos desamparados en esta desgraciada crisis económica y social.

Habría que ser demasiado inepto o malicioso para arruinar un cesto (la sanidad) que tiene tan buenos mimbres, pero hasta podrían conseguirlo los que mandan, todo es cuestión de poner patas arriba el sistema y terminar desmotivando a los profesionales, quemándolos como decimos en el argot sanitario. Aviso para navegantes: si se deteriora la sanidad lo que fracasará es solo la sanidad pública, pues contra más se hunda más florecerá la sanidad privada. Esto algunos lo saben.

Dicen que el sistema sanitario español es muy bueno, pero no estoy de acuerdo. Por un lado será muy difícil de sostener económicamente, entre otras cosas porque tras la crisis nada será como antes. Por otro lado es lógico que la gente este muy contenta de tener un medico de cabecera en la esquina de su calle, que atiende de inmediato, y también satisface el trato que reciben los pacientes ingresados en los hospitales, pero hay aspectos muy deficitarios: listas de espera, mala organización en las consultas por especialistas, o sensación de desamparo cuando no se esta conforme con la atención recibida. Quizás estas deficiencias expliquen que cuando al ciudadano se le da escoger -y es el caso de los funcionarios del Estado- entre sanidad pública o seguros privados, opten muy mayoritariamente por lo segundo. Pero lo que más me preocupa de nuestro sistema sanitario público es que incentiva económicamente el trabajar poco, que no premia la dedicación y los resultados, y que estimula una atención primaria de bajo perfil –ellos pueden ofrecer mucho mas de lo que hacen si fueran mas libres-, lo que supone un suicidio en términos económicos. Un país que premia la ineficiencia nunca será un país prospero.

Quieren arreglar la sanidad privatizando hospitales y centros de salud. Me parece mal. Probablemente, pero no esta demostrado, pueda salir algo más barato, basta con empeorar las condiciones laborales de los sanitarios, pero ya está bien de tanta explotación de los trabajadores, que además es estéticamente inaceptable cuando la promueven supuestos liberales que viven del erario publico haciendo favores al sector privado, para luego vivir como reyes contratados por sus amiguitos del alma. En cualquier caso, si no le salen las cuentas, siempre tendrán la tentación los oligopolios sanitarios privados de sacrificar la calidad asistencial para mejorar la cuenta de resultados. Además, mientras este país no este vacunado contra la corrupción, debería desecharse cualquier concesión de lo publico al sector privado.

Mi propuesta para un nuevo modelo de atención sanitaria en España es distinta y muy simple: que el ciudadano decida quien quiere que le preste la asistencia, tal como hoy pueden hacer los funcionarios públicos del Estado. A este modelo pueden hacerse diversas objeciones, todas analizables, pero la única que me parece más seria es evitar la quiebra de la equidad o, dicho de otro modo, evitar que se deteriore la atención de los más pobres o de los enfermos crónicos. Se puede evitar este inconveniente, como otros muchos que puedan surgir al diseñar un nuevo modelo asistencial: todo es cuestión de voluntad política.

Este nuevo modelo tendría varias ventajas. Los que protestan ante cualquier cambio afirmando que perjudica a los pacientes quedarían sin argumentos, salvo que piensen que la gente es muy ignorante para saber elegir. El cambio de modelo podría hacerse de forma pausada, sin traumas, permitiendo progresivamente la libre elección a colectivos seleccionados, mientras los distintos sectores públicos y privados se adaptan al nuevo sistema. Es más, dado la alta calidad actual del sistema público de prestación sanitaria, es seguro que hospitales y centros de salud públicos seguirán siendo los principales proveedores en el nuevo sistema sanitario liberalizado, eso si, mejorando sus procedimientos. 

Pero lo más importante de una liberalización en la provisión de servicios sanitarios seria dar energía a un sistema de bajo perfil como el actual. Los pacientes buscaran la mejor accesibilidad, trato y calidad posible, y los sanitarios, los médicos primero, se pondrán las pilas para ser mejores en lo humano y lo científico. Energía es lo que necesita este país, y le energía está en las personas, no -como desgraciadamente estamos comprobando- en tanto inepto o aprovechado ocupando tanto despacho decidiendo por los demás.

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