sábado, 2 de abril de 2011

La felicidad

Cuentan los sociólogos que han estudiado este tema, que son más felices los ricos que los pobres. Se hubieran ahorrado el trabajo de demostrarlo con solo hacer caso al dicho: “el dinero no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla”. También cuentan que son más felices la gente de derecha que la de izquierda, por ejemplo en EEUU son más felices los republicanos que los demócratas. Lo justifican porque la gente de derecha en general es más rica que la de izquierda, y además han conseguido un mundo globalizado donde prima el dinero y la competencia sobre la solidaridad y la compasión, y es obvio que si el mundo está hecho a imagen y semejanza de sus prejuicios e intereses deben ser más felices, a fin de cuentas el mundo es suyo.

Estos estudios me plantean un problema como médico. Con frecuencia atiendo a pacientes infelices, pero no puedo prescribir el remedido a su mal: hágase rico y de derechas. ¡Qué más quisiera el paciente pasar de Intocable a Brahman con una simple receta¡. A falta de tratamiento efectivo, con frecuencia, los médicos, simplemente drogamos a los infelices, bien sea con prozac o con viagra: la química como sustitutivo de los problemas de la sociedad.

Pero cuando se hace un estudio sociológico por países los datos ofrecen mejor luz. Los países más felices son los anglosajones, los de Europa Occidental y sobre todo los nórdicos. Según estos estudios, los daneses, a pesar de su clima frío y brumoso, son más felices que los mediterráneos, pobladores del paraíso terrenal climático. Evidentemente la renta per capita (la prosperidad) de los daneses es más alta que la nuestra y esto influye, pero no es este el motivo principal de sus mayores índices de felicidad.

Los daneses son más felices, según estadísticas, que los españoles porque son:

. Mas igualitarios, con escasas diferencias sociales, sin bolsas de pobreza que contrasten con ricachones egoístas.

. Más solidarios, incluyendo asumir el concepto de que la ayuda a los más desfavorecidos es doble responsabilidad, del Estado vía impuestos usados eficientemente, de la ciudadanía común vía organizaciones sociales espontáneas solidarias.

. Más honestos, y a menos sinvergüenzas a aguantar menos estrés social y mayor felicidad.

. Más libres, y no hablo de libertades formales como las consagradas por la constitución, sino de otras profundas libertades publicas y privadas que todos comparten y defienden, como la libertad de no ser engañados, manipulados o robados por los políticos, la igualdad efectiva entre sexos, libertad que contempla la sexualidad como una opción personal y no una imposición divina, libertad de ser distinto mientras no se sea insociable.

. Más sanos en su actividad laboral. Son prósperos, pero no porque tengan petróleo, sino porque son productivos. Pero a cambio de su trabajo obtienen excelentes condiciones laborales, y están protegidos de las contingencias que abruman hasta la infelicidad a los habitantes de países pobres: enfermedad, paro, maternidad, vejez e incultura.

. Más cultos, con mejores niveles educativos, y por tanto con una vida interior más rica y autónoma.

Estepona está muy triste, muy infeliz. El principal problema es la situación económica, pues es difícil que sean felices los parados, los empleados en precario o mal pagados, los autónomos que no cubren gastos, y son más los que no llegan a fin de mes. El otro gran origen de la infelicidad colectiva es la degradada situación moral política cuando se comprueba que una alta proporción de los políticos locales son en realidad una plaga de interesados sólo atentos a obtener beneficio personal o grupal a costa del bien común.

Yo entiendo la política como la actividad tendente a propiciar una sociedad de ciudadanos felices. Mi programa electoral para las elecciones municipales es pues muy simple: copiemos a los daneses. Crear comunidad, no engordar a los parásitos. Crear riqueza, no aumentar por malgastar los impuestos. No mentir al ciudadano.

Damián Zamorano Vázquez
Estepona Información. 2.4.2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario